sábado, 29 de junio de 2013

Del comportamiento del consumidor, la clase social y la nostalgia...

 

De darnos una vuelta por Angelópolis, Plaza Dorada o el Mercado de la Victoria en el centro histórico seguramente nos percataríamos de distintos comportamientos en los consumidores que ahí se encuentran pues la mayoría de ellos pertenece a un estrato social distinto. La mayoría, no todos, pues obviamente las puertas no están cerradas para determinado grupo y aunque estoy prácticamente segura de que todos los que habitamos esta bella ciudad hemos puesto un pie en los tres lugares en algún momento de nuestra vida, lo más seguro es que frecuentemos más uno u otro.

Es más, generacionalmente, vamos adoptando ciertos lugares de tradición. Si la abuela compraba el bacalao para la navidad en determinada tienda, nosotros ya ni preguntamos, vamos directamente a la misma. Las zonas de la ciudad también son fronteras relativas a determinado estrato social, lo que hace unos cien años pudo ser el centro histórico, la zona de San Francisco, después fue El Carmen, San Manuel, Las Ánimas, Zavaleta y ahora la zona de Angelópolis-la Vista.  Además, dado el ritmo al que ha ido creciendo la ciudad, las personas suelen moverse dentro de un rango de distancia limitado, la escuela, el trabajo, el súper entre otros, deben quedar en la misma zona. Por esta razón los círculos sociales también vienen siendo los mismos.

Una amiga muy querida de la familia solía decir que de escribir un libro lo titularía “Los que crecimos en la 18”, refiriéndose a todos los que habían disfrutado su infancia en esta zona cercana al Paseo de San Francisco. En él retrataría a las distintas familias, los usos y costumbres, las fiestas y hasta los negocios que convivían en dicho ambiente. Si yo hiciera lo mismo, posiblemente le cambiaría a “Los que crecimos en El Carmen” y hablaría del Parque Víctor Hugo, de la feria de la iglesia del mismo nombre, pero también de las famosísimas paletas heladas del mismo nombre que son de mucha tradición, de las panaderías cercanas en donde comprábamos la Rosca de Reyes (y lo seguimos haciendo), de los colegios cercanos, el mercado, las cemitas, las refacciones para las bicis, el relojero…



Los personajes de este segundo libro, por supuesto crecimos con ciertas marcas y en muchas de las ocasiones las seguimos consumiendo. Nuestros padres vieron nacer estas marcas, las consumieron también. Es más, nuestra familia, ya con nuevos integrantes (maridos, novias e hijos), consumen muchos de estos productos hoy en día. Todavía hay reuniones y paseos a estos lugares tan familiares para nosotros que son un estandarte de nuestro modo de vida. ¡Qué estandarte también para el mercado de la nostalgia!

Por lo anterior, no es ninguna sorpresa que determinados hábitos de compra y preferencias sean determinados por la clase social pues la misma, aunque sea una variable exógena, a su vez, determina otras variables endógenas como son el estilo de vida, las motivaciones, etc. La clase social implica un grupo de referencia, una familia, unos lugares y una forma de vida a los que nos vamos acostumbrando e independientemente del juicio de valor que pudiera tener adquirir un producto u otro, para el consumidor tiene una carga emocional, un marco de referencia (Schiffman & Kunuk).



 Bibliografía





Schiffman, & Kunuk. (s.f.). Clase social y comportamiento del consumidor (casos). En Schiffman, & Kunuk, Comportamiento del consumidor.

Shiffman, & Kunuk. (s.f.). Comunicación y comportamiento del consumidor. En Comportamiento del consumidor (pág. 291).

 


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