De darnos una vuelta por
Angelópolis, Plaza Dorada o el Mercado de la Victoria en el centro histórico
seguramente nos percataríamos de distintos comportamientos en los consumidores
que ahí se encuentran pues la mayoría de ellos pertenece a un estrato social
distinto. La mayoría, no todos, pues obviamente las puertas no están cerradas
para determinado grupo y aunque estoy prácticamente segura de que todos los que
habitamos esta bella ciudad hemos puesto un pie en los tres lugares en algún
momento de nuestra vida, lo más seguro es que frecuentemos más uno u otro.
Es más,
generacionalmente, vamos adoptando ciertos lugares de tradición. Si la abuela
compraba el bacalao para la navidad en determinada tienda, nosotros ya ni
preguntamos, vamos directamente a la misma. Las zonas de la ciudad también son
fronteras relativas a determinado estrato social, lo que hace unos cien años
pudo ser el centro histórico, la zona de San Francisco, después fue El Carmen, San
Manuel, Las Ánimas, Zavaleta y ahora la zona de Angelópolis-la Vista. Además, dado el ritmo al que ha ido creciendo
la ciudad, las personas suelen moverse dentro de un rango de distancia
limitado, la escuela, el trabajo, el súper entre otros, deben quedar en la
misma zona. Por esta razón los círculos sociales también vienen siendo los
mismos.
Una amiga muy
querida de la familia solía decir que de escribir un libro lo titularía “Los
que crecimos en la 18”, refiriéndose a todos los que habían disfrutado su
infancia en esta zona cercana al Paseo de San Francisco. En él retrataría a las
distintas familias, los usos y costumbres, las fiestas y hasta los negocios que
convivían en dicho ambiente. Si yo hiciera lo mismo, posiblemente le cambiaría
a “Los que crecimos en El Carmen” y hablaría del Parque Víctor Hugo, de la
feria de la iglesia del mismo nombre, pero también de las famosísimas paletas
heladas del mismo nombre que son de mucha tradición, de las panaderías cercanas
en donde comprábamos la Rosca de Reyes (y lo seguimos haciendo), de los
colegios cercanos, el mercado, las cemitas, las refacciones para las bicis, el
relojero…
Los personajes
de este segundo libro, por supuesto crecimos con ciertas marcas y en muchas de
las ocasiones las seguimos consumiendo. Nuestros padres vieron nacer estas
marcas, las consumieron también. Es más, nuestra familia, ya con nuevos
integrantes (maridos, novias e hijos), consumen muchos de estos productos hoy
en día. Todavía hay reuniones y paseos a estos lugares tan familiares para
nosotros que son un estandarte de nuestro modo de vida. ¡Qué estandarte también
para el mercado de la nostalgia!
Por lo anterior,
no es ninguna sorpresa que determinados hábitos de compra y preferencias sean
determinados por la clase social pues la misma, aunque sea una variable exógena,
a su vez, determina otras variables endógenas como son el estilo de vida, las
motivaciones, etc. La clase social implica un grupo de referencia, una familia,
unos lugares y una forma de vida a los que nos vamos acostumbrando e independientemente
del juicio de valor que pudiera tener adquirir un producto u otro, para el
consumidor tiene una carga emocional, un marco de referencia (Schiffman
& Kunuk) .
Bibliografía
Schiffman, & Kunuk.
(s.f.). Clase social y comportamiento del consumidor (casos). En Schiffman,
& Kunuk, Comportamiento del consumidor.
Shiffman, & Kunuk.
(s.f.). Comunicación y comportamiento del consumidor. En Comportamiento
del consumidor (pág. 291).
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