Reflexionando sobre el artículo
que voy a comentar me pareció un poco irónico que al haberse realizado en
España, aplicara tanto al caso mexicano, un país por cierto, muy orgulloso por
ostentar el valor de la familia la cual decimos es la base de nuestra sociedad
y en donde se toman gran parte de las decisiones. Muy cierto es que no hemos
sido educados para analizar críticamente la publicidad que nos presentan los medios
y que en familia, muchas veces fomentamos el consumo inadecuado de ciertos
productos o servicios. Incluso, en familia ostentamos una imagen ante los
demás, ante una sociedad que puede identificarnos y no necesariamente para bien
(Arconada Melero, 1998) .
Por supuesto
recordé la famosa película de “The Joneses” o como se tradujo al español “Amor
por contrato” en la que una familia
retratada como “ideal” para la economía norteamericana (y de hecho lo es pues
los miembros no se encuentran realmente emparentados) viaja de ciudad en ciudad
elevando los niveles de venta de ciertos productos y servicios para una vida de
lujo. Al ver lo exitosos que son los integrantes de la misma, los vecinos,
colegas y amigos desean copiarles en todo lo que consumen, razón del éxito que
tienen como mercadólogos. Lo triste es que este núcleo familiar no es real sino
que se trata de una gran fachada (Borte, 2009) .
Ahora bien,
traduciendo este escabroso ejemplo a la realidad mexicana, resulta preocupante
ver un comportamiento similar. Si al director de determinada área se le ocurrió
comprarse un reloj de marca, no sería sorprendente que sus compañeros le
siguieran, lo mismo que las chicas que se inscriben al gimnasio de moda o
compran las bolsas de determinado logotipo. Incluso los niños siguen estas
tendencias en su microcosmos, ya sea con la marca del ratón Miguelito, los
juegos de los aparatos de la manzanita, las muñecas de perfectas e irreales
proporciones, etc. y los padres no parecen reaccionar o cuestionar estos
comportamientos en masa. Es más, me he llegado a enterar de casos en que en
determinados colegios se realizan fiestas de té o fiestas de cumpleaños para
determinadas muñecas (que no para sus dueñas), obviamente la niña que no posea
esa muñeca, de esa marca, no puede ir a dicha fiesta tan selectiva. ¿Los niños
definen estos parámetros? Es difícil de creerlo ¿no?
Existen muchos
aspectos interesantes de esta lectura pero me limitaré a comentar sólo otro
más. El artículo menciona las distintas relaciones que aparecen en la
publicidad, madre-hija, padre-hijo, madre-hijo; pero a la que
desafortunadamente llama el eslabón perdido es a la relación padre-hija.
Reconozco que cuando leí esta parte, una sensación desagradable me visitó, como
cuando se presencia algo que se sabe pero no se quiere reconocer. Qué tan
triste, machista e irresponsable es no generar publicidad que contemple a un
padre cercano a su hija, ustedes lo juzgarán. Si esto es reflejo de algo que
ocurre, sí es posible, pero ¿lo será en la mayoría de los casos? ¿No estaremos
condicionando también a nuestros consumidores? Sé que alrededor de este tema
existe un debate, pero la realidad ahí está, la publicidad que retrate una
relación sana y deseable entre padres e hijas es casi nula (Arconada Melero, 1998) .
Para cerrar,
sólo resta decir que las reflexiones con las que cierra el autor son muy
atinadas. Es cierto que la base de un consumidor inteligente es la educación
pues ésta fomenta un pensamiento crítico. Por esta razón, la familia como ente
social base, debe fomentar la educación en sus hijos, el pensamiento crítico,
la discusión abierta y el romper paradigmas inútiles o incluso faltos de ética.
Sólo así la balanza entre la soberanía entre el consumidor será equitativa con
la del productor.
Bibliografía
Arconada Melero, M. (1998). La publicidad en familia. Comunicar,
83-96.
Borte, D. (Dirección).
(2009). The Joneses [Película].
No hay comentarios:
Publicar un comentario