Me encantó este artículo pues
habla de un tema muy relevante: la responsabilidad social corporativa. Este
asunto cada vez nos concierne más pues hoy en día, gracias al internet y por lo
tanto a la globalización tenemos al alcance una gran cantidad de información.
Lo anterior conlleva una gran responsabilidad también pues nos exige estar
presentes, enterados y participar al respecto. Lamentablemente, también existe
una gran desinformación y los medios a veces no han ayudado a difundir un
adecuado concepto de responsabilidad social corporativa.
Las campañas
que realizan grandes empresas para difundir que son “empresas socialmente
responsables” son buenas, pues apelan a ese lado más inteligente del
consumidor, más involucrado y cívico. Sin embargo, este consumidor tiene la
responsabilidad de no confundir acciones filantrópicas, esporádicas, con un
comportamiento responsable socialmente por parte de una empresa que es
consistente. No quiero parecer la amargada de la película pero creo que aunque
una campaña de donación de suéteres o juguetes es buena, es mucho más útil
mejorar los procesos de determinada empresa para que de manera permanente
generen un sustento a determinada comunidad o no contaminen o que tengan un
esquema de contratación justo y sostenible.
Por supuesto,
ya vamos de gane. Este poder del consumidor es bueno, pues cada vez hay mejores
consumidores, más exigentes e informados. Al leer este artículo, recordé otro
que leí en la revista Expansión hace tiempo sobre cómo a una cadena de tiendas
de conveniencia le vino una crisis “twittera”
cuando sufrieron con el huracán Alex en Monterrey. Al parecer alguien difundió
una foto en que subieron los precios de los garrafones en las redes sociales,
diciendo que estaban lucrando con la desgracia que pasaba la comunidad. Los “twitteros y facebookeros”, ni lentos ni
perezosos y además muy solidarios, le declararon la guerra a dicha cadena quien
en menos de una semana tuvo importantes pérdidas. Lo anterior, por supuesto dejó el aprendizaje
de que el consumidor va a conocer las políticas de la empresa, se va a enterar,
las va a juzgar y seguramente podrá promover algún boicot si las mismas no le
parecen. Como lección, obviamente necesitamos no sólo consumidores más
preparados sino empresas preparadas para trabajar con ellos y estar al tanto de
lo que piensan, quieren y necesitan (Soto, 2010) .
Otro ejemplo
que me encanta es el caso de “Salvo”. Cuando sacó su spot en el que mencionaba
cómo “salvaba a los pelícanos”, tuvo éxito precisamente porque apelaba a ese
lado del consumidor. A partir de estos ejemplos, empresas como DHL, Bimbo, han
intentado consolidar este tipo de prácticas. Incluso, CEMEFI, el Centro
Mexicano para la Filantropía, premia año con año las mejores prácticas que ya
no se limitan a la filantropía sino a muchas áreas como transparencia en las
finanzas, operaciones, personal, etc.
Estas empresas también se están dando cuenta de la importancia de
generar una buena imagen al interior de sus organizaciones, con su gente, quien
finalmente puede ser el principal inversor y promotor de sus acciones,
productos y servicios.
Finalmente,
creo que lo único que falta es averiguar más. Como lo menciona el artículo,
grandes empresas de consulta e investigación de mercado ya averiguan los índices
de confianza de instituciones. Ahora nos falta saber qué marcas son las más
confiables, por qué, cómo son sus consumidores y qué genero esos lazos de
confianza o cómo se han roto esos lazos si ello ha ocurrido. Como de costumbre,
para concluir, hace falta más información para tener empresas mejor preparadas
para los nuevos retos que se avecinan (El poder del consumidor) .
Bibliografía
El poder del consumidor. (s.f.). Recuperado el 4 de junio de 2013, de http://www.responsables.biz/REPORTAJES/A_FONDO/a_fondo_desarrollo01.html
Soto, O. (2010). El poder (no oficial)
de un trino. Expansión, 100-102.
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