martes, 4 de septiembre de 2012

Reflexiones sobre los supuestos que he tenido que cambiar a lo largo de mi vida profesional (o mis supuestos vs los supuestos de los demás respecto al ámbito laboral)




Antes de iniciar esta primera intervención en el blog, debo comentar que prácticamente toda mi vida me he encontrado en el ambiente estudiantil de una o de otra manera. A pesar de no ser pedagoga, mi experiencia no se limita al haber pasado la mayor parte de mis años estudiando sino a haber visto a mi madre desempeñarse como profesora prácticamente toda su vida tanto a nivel secundaria, preparatoria, etc. Aunado a esto, yo me dedico a la docencia a nivel profesional, por lo cual creo que podríamos decir que ya “traigo una escuela” o ciertos “supuestos” respecto al tema de la educación. Igualmente, muchos de mi familia, en algún momento de su vida, se han dedicado a la enseñanza, esto independientemente de su profesión (pues incluso mi madre estudió química industrial y yo tengo la abogacía como formación profesional).

Hoy en día disfruto mucho de mi profesión, de convivir mucho con mis alumnos y del intercambio de ideas que se genera en el ambiente universitario pero debo reconocer que en un principio no deseaba dedicarme a este noble oficio pues me parecía muy desgastante en comparación con el reconocimiento que se le da a esta ocupación. Ésta era una discusión que en casa sosteníamos mi madre y yo, en la cual yo le preguntaba ¿por qué le gustaba tanto dar clases? ¿por qué a pesar de haber estudiado química siempre se había dedicado a ello? ¿qué le aportaba a ella? Obviamente, en esa etapa de mi vida (adolescencia), uno de los supuestos que marcaban la toma de decisiones eran los de escoger un trabajo que me aportara mucho “reconocimiento” “fama” “beneficio económico” y sobre todo el que la elección de una profesión debía contemplar dedicarse única y exclusivamente a trabajar en el ámbito de aplicación de la misma (…y no el de la “enseñanza” de la misma). Hasta ese momento yo no “entendía” los supuestos que marcaban el comportamiento de mi madre por estar tan enfrascada en los míos.

Mucho tiempo después, cuando terminé la licenciatura en derecho, se me presentó la oportunidad de hacer estudios en el extranjero, no en abogacía por cierto (razón por la cual muchos de mis colegas en esta rama me ven como desertora), sino en administración. Incluso, dudé mucho pues, a pesar de aplicar a alrededor de diez becas para maestría en leyes, me la otorgaron para un programa en el área de negocios y estrategia. No obstante, y gracias a las recomendaciones de un buen amigo, acepté romper este paradigma y aprender una nueva disciplina que hasta ahora me ha traído muchas fortunas. Ahí aprendí a comunicarme y trabajar de manera multidisciplinaria, entender lo que los ingenieros, químicos, financieros, “ven” y “piensan”. Realizar el mismo trabajo entre todos y ponernos de acuerdo a pesar de que unos lo “veían” como una tabla de Excel, otros como un diagrama de flujo y otros como un ensayo de más de doscientas palabras. Esta última experiencia en particular todos tuvimos que confrontar nuestros “supuestos” con los de los demás pues no sólo había distintas profesiones sino que la mayoría éramos de distintas nacionalidades: mexicanos, colombianos, hondureños, peruanos, españoles, etc.  

Fue hasta que regresé de esta experiencia que me dieron la oportunidad de dar unas consultorías y capacitaciones de manera más formal. Esta experiencia fue muy gratificante aunque todavía no me convencía del todo a dedicarme de lleno a la educación.  Posteriormente trabajé en el ámbito legal y descubrí que incluso en esta rama, la enseñanza y formación continua juegan un papel trascendental para que las organizaciones funcionen como deben de ser, para que los abogados se capaciten más e incluso para que adquieran ciertas competencias y las sepan transmitir a sus equipos respectivos.

Finalmente, pude entrar a trabajar en la organización en la cual me desempeño desde hace cuatro años, teniendo primero alumnos de derecho. Aquí, tanto ellos como yo tuvimos que comparar nuestros supuestos. Yo ya no entendía cómo me podían ver como “bicho raro” pues independientemente de que mi vida profesional no hubiera sido enfocada del todo a lo legal mi carrera era la de derecho. Ellos, por su parte, no entendían cuál era la utilidad de no haber profundizado más en alguna rama del derecho en lugar de estudiar administración. Me hacían preguntas como ¿por qué ya no te gustó el derecho miss? ¿pero piensas sacar otra maestría en derecho ya de a “de veras”?  Finalmente, me parece que a algunos sí les pude transmitir la utilidad de las ramas administrativas en cualquier organización, incluso las de la rama jurídico-legal.

Esta no fue la única confrontación de supuestos, sino el finalmente aceptar que independientemente de la formación disciplinar que tuviera, me podría dedicar a la enseñanza. En esta parte creo fue donde más salió a flote mi historia, formación de casa, etc. Me he ido descubriendo en un estilo, si bien no idéntico, muy parecido al de mi madre. Repitiendo patrones e intentando imitar lo que considero fueron sus aciertos en la profesión. Por supuesto, mi experiencia no alcanza lo que ella llegó a desarrollar, pero sí creo que logró transmitirme de manera voluntaria o involuntaria mucho de su estilo en la planeación de sus clases, el trato a sus alumnos, la relación con sus colegas, etc.

Hoy puedo decir que algunos de mis supuestos permanecen, como el hecho de que tener el orgullo por una profesión y defenderla a capa y espada es algo bueno y necesario, el que en ocasiones hay “tablas y formatos” que no resumen lo que se puede transmitir en una buena argumentación y el que es importante dignificar todas las profesiones y darles el reconocimiento por la trascendencia que tienen en la comunidad. Sin embargo, otros supuestos han cambiado, como el que “sólo los abogados entienden a otros abogados” o el que la docencia no sea una profesión con beneficios tan satisfactorios como el de un ingreso económico alto. Definitivamente, creo que falta en México darle la importancia y reconocimiento a los maestros, pero también creo que muchas veces, esa satisfacción tan grande puede ser recibida con encontrarse a un alumno y te diga “¡tengo que contarte, sí me dieron la chamba!”, con el hecho de que un exalumno regrese a pedirte un consejo e incluso con amistades que dan frutos por toda una vida.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario