martes, 11 de septiembre de 2012

Las propuestas de mejora y retroalimentación desde la perspectiva de los tres niveles de cultura…


¡Qué difícil es alcanzar la unidad entre lo que creemos ser, lo que queremos ser y lo que somos en ciertas circunstancias!
Esto fue lo primero que me vino a la mente cuando leí el segundo capítulo de Edgar Schein sobre los distintos niveles de cultura que podemos percibir en una organización. Pensando en la institución de la cual formo parte pude identificar varios artefactos que favorecen el intercambio de ideas para mejorar las distintas áreas, esto va desde el buzón de sugerencias (la famosa cajita que se encuentra fuera de las oficinas) hasta múltiples programas informáticos en los cuales se evalúa la calidad, servicios, etc. Definitivamente, desde esta aproximación, el mensaje sería el de “bienvenidas todas las opiniones y propuestas de mejora, el chiste es participar”.
De igual manera, los valores que se manifiestan en nuestros códigos de conducta son los de mejora continua, innovación, trabajo en equipos multidisciplinarios, etc.  Evidentemente es una idea ambiciosa el todos trabajar en armonía y tomar la retroalimentación de manera abierta.
No obstante, existen supuestos subyacentes, los cuales no son perceptibles a primera instancia, sobre el cómo hacer este tipo de propuestas, especialmente si se trata de un trabajador a otro trabajador o sobre algunos “temas espinosos”.
 
 
 
Hoy en día se está trabajando al respecto, pues se ha comentado en reuniones de la posibilidad de hacer propuestas de mejora incluso si no es en nuestra área o departamento, pero también se sabe que es hasta cierto punto natural el sentirse a la defensiva si se critica nuestro trabajo. Es muy difícil que sea aceptado sin generar cierta ansiedad el que se realice una crítica abierta de un colaborador a otro sin haberlo prevenido antes o el tener que “brincarse” algún nivel en el organigrama para tratar de un área de oportunidad, pues independientemente de que esto se “debió resolver” de manera más directa, se toma como si se estuviera acusando de incompetente a la persona a la que se omitió en el proceso cuando esto no es necesariamente cierto pues se puede deber a distintas circunstancias, por ejemplo, el hecho de que la persona que representa el nivel inmediato no tenga las facultades de resolverlo o el que no se encuentre en ese momento.

Me imagino también, que muchos de estos supuestos se manifiestan no sólo en esta organización sino  a nivel macro, pues tememos mucho el ser juzgados, criticados o rechazados, especialmente en nuestro trabajo. Por lo anterior me surgen las siguientes preguntas: ¿qué supuesto es el que nos hace temer la retroalimentación por parte de nuestros colegas? Y ¿cómo podríamos crear un ambiente de mayor confianza para no temer la retroalimentación?

1 comentario:

  1. Me encantan tus dos preguntas. Estoy en ello desde hace años y sigo con las preguntas. Claro, con más ideas que antes pero también mucho más respetuoso del misterio que encierra. Animo a las personas a ejercer su voz y también a escuchar lo que otros ven. Les he enseñado cómo hacerlo, pero, ¿sabes qué? por razones más de fondo no adquieren el hábito, la práctica. Ya estoy cambiando mi estrategia. Luego te platico.

    ResponderEliminar