Me parece que en esta
ocasión corrí con suerte pues, a pesar de que me faltó publicar lo aplicable de
las lecturas a mi caso de estudio antes de la clase de ayer, la discusión que
generamos me sirvió para reflexionar sobre lo que ahora voy a escribir. Además
aprovecho y escribo en el que, desde ahora, será mi caso de estudio que irá en el
sentido de cómo encontrar un adecuado equilibrio entre la vida profesional y la
vida personal/familiar (gracias George por autorizarlo J ).
Pues bien, resulta que
en nuestra conversación en clase a favor y en contra de las prácticas de estas
dos empresas fue que empecé a entender al “otro”, es decir, a los que habían
elegido a Ciba-Geigy por identificarse más con su cultura. Fue muy chistoso
porque desde un principio me auto-califiqué como “soy totalmente DEC” y al
empezar a platicar hubo un momento en que entendí aquéllas cosas que eran
importantes o valiosas para el otro y no sólo entenderlas sino ver que también
llegan a ser importantes para mí. Sobre todo me identifiqué con lo que mencionó
Federico pues él comparó las dos maneras de trabajar: en DEC completamente
acelerada, múltiples visitas en la oficina, con falta de tiempo para comer
tranquilamente… y en Ciba-Geigy, cumpliendo con los objetivos pero posiblemente
trabajando de manera menos intensa, más programada, con más tiempo y pequeños “lujos”,
lo que él tradujo a una mayor calidad de vida.
Debo reconocer que me
movió el tapete cuando mencionó estas tres últimas palabras. A ver… si yo soy “totalmente
DEC” ¿por qué rayos me interesa tanto encontrar el “equilibrio vida
profesional-personal” o viceversa? ¿qué no se supone que ese ritmo de vida, esa
intensidad, me gusta? ¿son compatibles los dos paradigmas de trabajo?
Esto lo traduje a mi
vida laboral. Me ocurre lo siguiente: como dije, mi puerta siempre está
abierta, para profesores, estudiantes, antiguos alumnos y el que pasa a visitar…
pero esto reduce considerablemente el tiempo que me queda libre para trabajar,
reflexionar, acabar antes, hacer ejercicio, entre otros. Incluso, al ser de
tiempo completo, ocurre que en muchas ocasiones doy clases al medio día, a las
dos o tres de la tarde, y por consecuencia me quedo a comer en el campus. Esto
tiene otras implicaciones, que es el no comer en casa muchas veces, ni ver a mi
familia hasta en la tarde, pero además, también significa compartir la
cafetería con alumnos, profesores, etc. por lo cual en ocasiones, quienes nos quedamos
“continuamos trabajando” pues no falta quien se acerca para una asesoría o para
comentarte de algún proyecto, etc. La verdad es que no me molesta mucho en
realidad, pero sí es verdad que todos necesitamos un “break” y hay ocasiones en
que esto se interpone en el camino a ese equilibrio del que vengo hablando. Por
otro lado, también debo reconocer que cada vez que veo que un alumno tiene la
confianza suficiente para sentarse a platicar conmigo a la hora de la comida,
invitarme a su mesa o viene un exalumno a visitarme o a pedirme algún consejo,
siento una satisfacción y alegrías enormes y reconozco que me daría tristeza si
no “me tomaran en cuenta” (citando también a Federico).
En pocas palabras y como
pueden ver… me encuentro entre la espada y la pared. A pesar de que le sigo
apostando a la cultura de apertura, servicio y austeridad de DEC es posible que
en el fondo y en algunas ocasiones también anhele el apapacho de cariño que da
Ciba-Geigy a la parte ejecutiva de sus empleados (¡qué convenenciera ¿no?!)
Me identifico contigo Liz en estos pequeños gustos y dilemas "aparentes".
ResponderEliminarMe super identifique contigo, imagínate tengo un horario de 11 a 9 de la noche, por lo que no tengo mucho tiempo libre, y lo que tengo entre el novio, amigos, maestría y familia, siempre terminas mal con alguien, es un tema muy interesante pues el encontrar el equilibrio no es nada fácil :)
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