¡Qué difícil es no querer ocupar el lugar del otro! La
diferencia entre consultar y ejecutar. Los cambios deben ser propuestos pero no
ejecutados por el consultor, cada quien debe realizar su trabajo. Esto es muy
difícil, pues en ocasiones uno tiende a llegar con una especie de “propuesta
mesiánica” como si los clientes no tuvieran ni idea de su propio negocio, de lo
que tienen que hacer y que lo tienen que
hacer ellos mismos. Es un problema de definición de rol y en ocasiones de
arrogancia. Confieso que en muchas ocasiones sufro de ser “metiche”, y me
gustaría tener el poder de cambiar ciertas cosas cuando lo único que me han
pedido es un consejo.
En este apartado me parece apropiado mencionar el rol que
normalmente asumo yo cuando realizo una labor de consultoría o ayuda: desgraciadamente mi inclinación siempre
es a la del experto, por lo menos en un principio. Aun cuando con el paso del
tiempo me he vuelto más cautelosa, intentando descifrar la organización y lo
que necesita sin anticiparme, creo que si me dejan, funjo con este papel casi
maternal. Por supuesto me doy cuenta de que lo anterior no siempre es lo
adecuado y procuro, desde un principio marcar la manera en que se manejará la
relación de consultoría; sin embargo, reconozco que a veces me desespero y
caigo en la tentación. El problema es
que, como bien lo describe Block, esto puede generar una falta de
involucramiento por parte del ejecutor/gerente y no se desarrollan las
habilidades para resolver un problema similar en un futuro. De querer
desarrollar alguna postura, me parece que seleccionaría la del trabajo
colaborativo pues independientemente de sus defectos lleva a un mayor
compromiso y soluciones efectivas más a largo plazo.
Cabe recalcar que este compromiso deberá ser de los dos pues
también he visto que en ocasiones, la postura más cómoda para el cliente es el
de no querer asumir riesgos y tomar las decisiones para así poder decir “la
culpa la tuvo el consultor” “él me dijo”.
Por esta razón se tiende a querer trasladar el poder al experto en el
tema cuyo trabajo es aconsejar mas no ejecutar.
Parece mentira que
hasta para ser clientes hay que aprender, ni qué decir de las habilidades del
consultor. Esta parte también me pareció fundamental, pues en la mayoría de las
ocasiones el foco está puesto en el “expertise”, habilidades técnicas y si bien
nos va, en las de consultoría. No obstante, suele suceder que no le damos la
importancia a las habilidades interpersonales, a escuchar sin realizar juicio
previo, a confrontar y a ser asertivos. Peter Block curiosamente las coloca
entre las habilidades técnicas y las de consultoría, lo cual no veo como una
coincidencia sino como un sentido lógico pues éstas deberán apoyar al consultor
a desarrollar los primeros y últimos aspectos. Sin las habilidades
interpersonales, es muy frecuente encontrar consultores muy sabios, lógicos en
su proceso de contratación, descubrimiento, retroalimentación y decisión, pero
sin clientes. Me parece que estas
habilidades son tan importantes que constituyen un pilar para la creación de
confianza y de orientación al cliente (características del lado afectivo de la
relación consultor-cliente).
Finalmente, un aspecto muy importante dentro de la labor de
consultoría es el de conocer las expectativas del otro. Personalmente, este
inicio del procedimiento me parece clave. En muchas ocasiones “adivinamos” que
el otro quiere o necesita una solución para determinado problema cuando en
realidad el consejo lo está pidiendo con otro fin. Esto me parece importante en toda relación, no
sólo en la de consultoría. Incluso al buscar pareja o amigos, es trascendental
el poner las cartas sobre la mesa ¿qué se quiere lograr? ¿se quiere cambiar
algo? ¿en qué puedo ayudar yo? ¿en qué me puede ayudar el otro?
Lo anterior me da pauta para comentarles una anécdota
personal. Resulta que siendo novios, mi marido y yo tuvimos una disputa (casi
no sucede ¿verdad?) sobre el tiempo asignado a proyectos, diversión, etc.
Mientras él me intentaba decir que quería cumplir con su trabajo sin ayuda, yo juraba
que entrometiéndome para hacerlo más rápido entre los dos provocaría que
termináramos más rápido para poder aprovechar el tiempo libre en viajar, ir al
cine, a fiestas. Para mí era muy lógico hasta que un día él, desesperado por no
poder concluir un trabajo sin que yo anduviera de metiche, me pidió que lo
dejara tranquilo. Obviamente ofendida, me fui a la universidad en donde
platiqué con un amigo del cual, hasta la fecha, procuro recordar sus sabias
palabras: “a veces creemos que amamos a otra persona porque le procuramos con aquello
que creemos quieren o estamos dispuestos a darle, sin pensar que amarla significa
entender lo que ellos verdaderamente quieren o necesitan a pesar nosotros…”
Definitivamente se trató de una sabia lección que es aplicable a toda relación,
amorosa, de amistad o incluso de consultoría.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Liz, muchas gracias por tus aportaciones y experiencias muy interesantes.
ResponderEliminarCreo que en cualquier relación interpersonal la escucha activa es la herramienta fundamental para una comunicación asertiva y fluida.
La relación Consultor - Cliente no es la excepción; en la narrativa que se desarrolla están inmersos los puntos claves que coadyuvarán a la estrategia a seguir.
Saludos. MMR
Hola Liz,
ResponderEliminarMe movió mucho tu comentario: ¡Qué difícil es no querer ocupar el lugar del otro!Tienes mucha razón, a veces teniendo el conocimiento, las competencias, etc queremos actuar en vez de dejar actuar al otro. Creo que en la consultoría este aspecto es de suma valía, definir y respetar los roles que cada uno jugamos.
Linda tarde.
Hola Liz, la parte de "propuesta mesiatica", me hace ruido en lo personal porque es´Uno como COnsultor, tiene todo el poder. Pero también menciones en el penultimo parrafo, cuando hablas de poner las cartas sobre la mesa. Es exteriorizar en realidad que hace ruido con los puntos y comas del problema. Al hacer ese contacto Emocional que Peter comenta son habilidades fundamentales en la consultoria, habra un dialogo aserivo con respuestas más agudas. Como siempre tus aportaciones un gusto en leerlas.
ResponderEliminarGracias Liz por tu reflexión en este re-inicio de publicaciones. Yo también tengo un pequeño metiche dentro de mí. A veces se hace presente por un mi interés en ser de ayuda a alguien que está sufriendo y a veces para quedar bien o no quedar mal (por ejemplo, cambiar la llanta ponchada del carro de una dama o ayudar a un viejito como yo a cruzar la calle....).
ResponderEliminarMe pregunto, ¿Qué busco cuando "ayudo", cuáles son mis intenciones subyacentes y cuál será lo mejor para el otro?
En muchas ocasiones he decidido colaborar haciéndome a un lado. Por ejemplo, al no intervenir en algún plieto entre mis nietos.....
Esta conversación continuará