“Es que mis papás no entienden
que necesito un auto” me dijo en alguna ocasión un alumno. A lo que respondí
cuestionándolo sobre la utilidad que le brindaba el transporte de la
universidad o el público. “Me tendría que parar media hora antes” me respondió
(básicamente). Por lo cual le propuse presentarle a otro compañero que vivía
por la misma zona y tomaba clases en horario similar para que se pusieran de
acuerdo y por una módica cantidad cumplieran con los objetivos de transporte,
acompañarse para estar más seguros si salían tarde e incluso generar una
amistad. Su respuesta, aunque corta, dijo mucho: “Mejor voy a aceptar el
trabajo del verano y saco un crédito”.
Aunque el vehículo
en sí es una herramienta destinada principalmente a cubrir la necesidad básica
de transporte, sería engañarnos el pensar que es la única que cubre o incluso
la más importante para algunos. Si este consumo fuera razonable por naturaleza
entonces las calles estarían llenas de vehículos pequeños, ahorradores de
gasolina, incluso se consumirían más los ecológicos. Si hubiera vehículos
grandes serían colectivos y no para mostrar que se tiene más dinero o poder. En
ese sentido, el artículo de Ángeles Cámara es muy claro al identificar los
distintos consumidores de autos y sus razones para tomar dicha decisión. Los
hay que lo hacen por el puro gusto y que la necesidad de transporte ya la han
cubierto desde hace tiempo (pensando al estilo Maslow), los que podrían hacerlo
por gusto pero no dejan de contemplar la razón precio-utilidad (siendo esta última
no solamente la de transporte, no nos confundamos) y los que efectivamente
hacen primar la razón antes que el corazón (Cámara Trejo) . Sobre estos últimos
hay que saber que incluso en esta economía, son los que menos abundan pues el
pensamiento común al adquirir un vehículo es “si ya voy a hacer el gasto, por
lo menos que sea a mi gusto”.
Entonces vemos
al consumidor que iba a comprar un Chevy o un Golf y por alguna extraña razón
termina comprando una Eco-Sport, pues a la hora de estar en la agencia le nace
la imperiosa necesidad de disfrutar más a su familia, salir a pasear y así
estarían más cómodos. Todos sabemos que posiblemente no salga más a pasear ni
el paseo necesariamente lo disfrutarán más, pero las justificaciones y sobre
todo para el asesor de ventas son más que válidas. De esta manera tenemos que
el año pasado, los diez coches más vendidos en México no fueron necesariamente los
más económicos o austeros (Guzmán, 2013) . Lo mismo pasa con
muchos productos cuyo uso debería ser el cubrir una necesidad básica, si no, sólo
pensemos en los celulares más novedosos. Éstos tienen todas las funciones
desarrolladas al máximo, internet, fotos, etc… curiosamente la que más les
falla es la del teléfono.
Debo reconocer
que a finales del año pasado yo estuve a punto de ser una de estas
consumidoras. Me di vueltas por todas las agencias de la ciudad subiéndome y
bajándome de autos y camionetas, haciendo cuentas, regateando y anexas. Hice
tablas comparativas, lo platiqué con mi esposo, me fui a la revista del consumidor,
en fin. Finalmente, debido a una emergencia familiar, no pude comprar nada.
Pero también hubo dos factores que influenciaron el que no hiciera una compra
impulsiva. El primero fue que para el coche que realmente me gustaba no me
alcanzaba. El segundo, irónicamente fue otra publicidad de bienes raíces en la
cual se predicaba más o menos lo siguiente: “el valor de tu coche en cinco años
será de la mitad, el de un terreno será el doble”.
Cámara Trejo, Á. (s.f.). ¿Razón o gusto? Para comprar un
auto.
Guzmán, A. (25 de abril
de 2013). Los 10 modelos más vendidos en México. Recuperado el 28 de
junio de 2013, de Atracción 360:
http://www.atraccion360.com/los-10-modelos-mas-vendidos-en-mexico?img=1
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