domingo, 19 de octubre de 2014

Repensando la Universidad

Repensando la Universidad
Ana Lissette Segovia Philip

Me parece que a este tema en particular llevo dándole vueltas desde hace tiempo. El que me solicitaran la reflexión ha sido un mero pretexto para escribir lo que vengo sintiendo.

Las instituciones educativas son para mí, una segunda casa (si no es que la primera), en primer lugar, porque llevo treinta de mis treinta y cuatro años estudiando. En segundo lugar, porque soy profesora en una de ellas. En tercer lugar, porque gran parte de mi familia, mi esposo, mi madre, mis abuelos y tíos, en algún punto de sus vidas han fungido como maestros también. Independientemente de que la educación en México es un tema que a todos nos debería preocupar, creo que para los que más estamos involucrados en ella, de una u otra manera, este tema debería ser uno de reflexión continua, cotidiana, primordial.

Hace exactamente tres días, me encontraba platicando con dos entrañables amigas con quienes comentaba los últimos pormenores de mi vida laboral. En algún momento mencioné: “es que sí amo mi trabajo…”. A esto, una de ellas respondió inmediatamente: “¿te gusta tu trabajo o te gusta enseñar (educar)? Porque no es lo mismo”. Definitivamente, me dejó con la boca abierta. Por supuesto que ya no es lo mismo, es claro que el rol del profesor, educador, enseñante, se ha ido desvirtuando. Es cuestión de lógica por lo tanto, concluir que el rol de la universidad también se ha ido desfigurando y perdiendo la esencia con la que ésta fue inicialmente concebida.

Para ser muy honesta, creo que todos hemos perdido la noción de aquello a lo que deberíamos enfocarnos realmente en las universidades. Líderes, administradores, profesores, estudiantes y la sociedad en general ha perdido la perspectiva de lo que es en verdad valioso sobre la misma, de cuál es su naturaleza, función y relevancia. No es de sorprenderse que muchas de las notas rojas en las noticias tengan un vínculo al sector educativo, llámese sindicatos o normalistas, si la educación se ha vuelto un tema político, económico y administrativo muy lejano a su concepción original.

En un afán de sobresalir, de competir con las grandes, de innovar, hemos “comprado” la idea de realizar grandes proyectos y someter a las universidades a certificaciones, rankings nacionales e internacionales, que en ocasiones hacen que se pierda el foco sobre lo más trascendente. Esto último es lo que me preocupa, el que se pierda la trascendencia de las universidades por cumplir con metas cortoplacistas. No he de negar que la estandarización, la evaluación y comparación de buenas prácticas tengan muchas bondades y que éstas deben aplicarse. Sin embargo, las mismas son herramientas al provecho de una misión. Como toda herramienta, éstas se deben adaptar a la naturaleza del que las utiliza y de los fines a alcanzar, siempre analizando la pertinencia y juzgando con prudencia hasta qué punto los resultados obtenidos serán un criterio en la toma de decisiones estratégicas.


Esta trascendencia de la que hablo, se refiere precisamente a la formación de grandes espíritus. Es decir, no sólo se deben formar excelentes profesionistas, sino personas con anhelos, virtudes, capacidad de descubrir, de cambio y de mejora social. Lamentablemente la Universidad sí se ha convertido en un lugar ajeno a esto. Es verdad que en algunos casos sólo se encuentra gente arrogante con mentalidad de selectos o intelectuales dedicados a la agitación social sin provecho, o, lo más triste, simples máquinas empresariales, seguidoras de rankings e indicadores, miopes y tendientes a la falta de identidad. El producto (porque no se le puede llamar de otra manera): profesionistas y técnicos muy especializados, es verdad; pero carentes de cultura, de memoria, de pertenencia y ciudadanía, de criterio, de anhelo por saber más, de valores, de trascendencia. Caray, ¿que se les olvida que, si bien, en las empresas se genera riqueza, en las universidades formamos a las personas que forman esa riqueza y que deciden cómo será el futuro de muchas generaciones?

La Universidad debe retornar a ser uno de los pilares sociales más reconocidos, los profesores dignificados y los estudiantes perfeccionados. Pero para esto hay que repensarla efectivamente. El profesor debe ser un líder en el aula, reconocido no sólo por sus conocimientos técnicos sino por sus valores y virtudes, por su coherencia y congruencia, por lo que siembra en sus alumnos. El estudiante, debe ser educado desde casa para reconocer esta labor y colaborar activamente en ella de manera responsable, no consumista. Asimismo, es el rol de los profesores, hacer conscientes de su potencial de mejora, de su capacidad y obligación de contribución social. Ver a los estudiantes como clientes, discúlpenme, ha sido uno de los más grandes errores de las universidades. Esto ha sido una manifestación tangible de que las entidades educativas siguen objetivos particulares y no el bien común. Con ello se han pasado por alto grandes faltas que más adelante se convierten en problemas sociales.

Triste es la Universidad sin estudiantes. Gris. Alegre, dinámica, cuando llegan los chicos y están viviendo en ella. Sí, viviendo, pues la educación tiene que ser integral, formativa. Bien se dice que “no hay autonomía de los saberes, sino especificidad de cada uno”. El verdadero estudiante deberá saber de su profesión, pero también el impacto que ésta tiene en otras disciplinas, así como deberá pulirse en cuerpo y alma.

Los profesores son un rol a seguir. Me parece que en ocasiones no nos percatamos de lo que “enseñamos” a los jóvenes. Ellos adoptan no sólo (y de hecho en menor medida) lo que decimos en clase, sino lo que hacemos, cómo lo hacemos, nuestros criterios de decisión, nuestro comportamiento y actitudes. Si a los profesores se les ve prestando más atención a una labor administrativa que a su actualización profesional o a su formación como personas, lo más normal será que las personas a su alrededor hagan lo mismo. No olvidemos que los seres humanos aprendemos por imitación. Si de los profesores se aprende la falta de tiempo, la arrogancia, falta de flexibilidad, la carencia de compromiso, la mala actitud e ignorancia, no nos sorprenda que esto se revierta en la sociedad.


En cambio, si en las universidades se respira de nuevo un aire de curiosidad, de emoción por conocer, de respeto y reconocimiento del otro, de apertura y libertad, es muy probable que esto permee en nuestras comunidades. Queremos que los jóvenes participen en actividades y los profesores no lo hacemos, les metemos el inglés hasta por las narices y nos olvidamos del español, les exigimos que practiquen lo que les enseñamos y no les explicamos bien los conceptos, les pedimos que lean y nosotros no nos damos el tiempo de leer y discutir una buena novela sólo por el gusto de hacerlo, les cantamos “mente sana en cuerpo sano”“vive sin drogas” y nosotros no nos cuidamos, solicitamos a sus padres que los eduquen y nosotros no regresamos a casa a hacer lo propio con nuestros hijos. ¡Caramba! No quiero generalizar, y seguramente habrá quienes no caigan en estas incongruencias, pero sí digo que hay que hacer lo propio. Los líderes y administradores deben facilitar las estructuras y modelos de trabajo que hagan esto posible, es su responsabilidad. También debe ser nuestro compromiso ser protagonistas de la historia del retorno a la Universidad.

Termino con una cita de uno de los más grandes pensadores que ha tenido la humanidad, Albert Einstein, que dice: “El aprendizaje es experiencia. Todo lo demás es información.”. La Universidad debe vivirse, experimentarse, ser congruente con lo que proclama y hace. Para información ya tenemos libros, documentos, internet. Generar información no es nuestra misión. Formar personas, educar, sí lo es. Hay que replantearse la Universidad y hay que poner manos a la obra, hay que pensar en grande y anhelarlo para avanzar, por romántico que parezca.

sábado, 18 de octubre de 2014

Comentando “El dios de Darwin” (Sabina Berman, 2014)


 (Presentado en el marco de la 2ª Feria del Libro del ITESM Puebla, el 10 de octubre de 2014)

Cuando Laura Flores me invitó a presentar este libro, adicional a contarme que estaba escrito por Sabina Berman, quien por supuesto es ampliamente reconocida en su ámbito, sólo tuvo que decirme dos palabras: Darwin y dios. En ese momento supe que tenía que leer esta novela, pues, aunque mis alumnos aquí presentes no lo crean, en algún momento pensé en estudiar Biología. Esto fue en secundaria, y como se estarán imaginando, la razón fue Darwin. ¿Se acuerdan? Esa etapa en que nos enseñaron por primera vez sobre Lamarck, Lyell, Mendel, Laughlin, Leakey…

Todavía guardo esos libros de texto (el sueño de Huxley se cumplió). Dos años después de aprender sobre el Gran Ateo, tuve la oportunidad de visitar Westminster y pisar su tumba. Digo pisar, porque prácticamente lo hice por accidente, hasta que me percaté del lugar en donde me encontraba parada y tuve que preguntar a alguno de los guías si la vista no me engañaba y realmente el Asesino de Dios se encontraba enterrado en una iglesia. La respuesta que obtuve, fue exactamente la misma que se narra en la novela. No entraré más en este tema, ni en cómo he acabado en otras disciplinas, más que el tema me sigue apasionando y que lo mismo que le pasó a Tonio y a Karen, me ocurrió a mí también.

Posterior a decir “sí, yo lo quiero presentar”, camino a casa, pensé: “¡En la que me metí! ¡Qué reto! ¿Qué voy a decir? Sobre todo porque no pertenezco ni a la academia de literatura, ni a la de biología, ni a la de filosofía...” Por lo que, quiero tener la prudencia de anunciar que lo que a continuación presento no es más que el punto de vista de una humilde lectora, aficionada.  Lo que estarán pensando, es que lo de menos es leer la novela. Lo difícil es comentarla en diez minutos. Aunque pertinente, porque el objetivo a alcanzar es que todos la lean. Así que, por supuesto, mi deseo es dejarlos “picados” para que comiencen a adentrarse en el mundo de Karen Nieto, la fabulosa protagonista de esta novela.

Siendo congruente con lo que vengo de decir, empezaré por platicarles las coincidencias y curiosidades que encontré en el libro con las áreas a las que actualmente me dedico. En primer lugar, debo confesar que al dar el tema de gestión del cambio siempre empiezo hablando de Darwin. Por supuesto: la adaptación al entorno, la supervivencia del más apto (nacida en el campo de la biología), es aplicable al ámbito de los negocios. Éste y otros más, como la teoría del caos de la física, han sido conceptos rescatados por académicos, consultores y traducidos al mundo de la empresa. Darwin dice: “Mientras más variaciones, mayor será la aptitud de sobrevivir de una especie” (¡qué bendición para nosotros los zurdos!). Casi un siglo después, este concepto se traduciría en una “ventaja competitiva” por uno de los gurús más conocidos del management contemporáneo, Michael Porter.



Ideas que nosotros discutimos en clase como el liderazgo que alguien puede ejercer, son contempladas de igual manera en la obra. Cito una frase en la página 247, que me pareció fuertísima pero muy cierta, cuando Franco menciona: “soy demasiado sensible para ser un líder, pero carne apta para ser un mártir”.  Así también, el aprecio por la diversidad se ve plasmado en esta novela y particularmente, debo decir que una idea que me tocó fibras muy sensibles fue la discusión que se aborda sobre la existencia del altruismo, de la cooperación de las especies para sobrevivir e incluso de una trascendencia de las mismas. Definitivamente deberíamos reflexionar acerca de esta moral natural ¿no creen?

Como segundo punto, deseo exteriorizar que algo que disfruté enormemente fue conocer a los personajes de este libro, no cabe duda que su autora cuenta con un bagaje y experiencia enormes tanto en la novela como en el teatro. Por economía de tiempo no hablaré de todos pero sí de los que me parecieron más significativos.

Por un lado, vale la pena mencionar que éstos son extraordinarios, literalmente. Sobre todo la protagonista. Todos ellos cuentan una cantidad de variaciones fabulosas. Por el otro, los personajes de esta obra tienen tantas aristas como tenemos los seres humanos de carne y hueso, con nuestro lado oscuro y contradicciones.

Un personaje, alrededor de quien gira la historia es Antonio Márquez. Descrito en voces ajenas, encontramos al experto en Darwin, compañero de universidad de nuestra protagonista. Férreo defensor de sus ideas. Consciente de su valor como persona y científico. Con la motivación trascendental que desearía cualquier héroe, descrito por supuesto, por sus amigos y conocidos, una vez que ha muerto.

A Tonio le intentan descifrar otros personajes, empezando por Franco, su pareja. No sé ustedes, pero yo lo imagino increíblemente atractivo. Luego, lo descubrí “peligrosamente” atractivo. Un ser lleno de contradicciones, se pierde en su propio discurso y termina por traicionar varias de las ideas que predica, al igual que lo hace su contrincante, el descarado  y terco polemista John Ford. Un Huxley contemporáneo. Para completar la triada de éstos, se encuentra el padre Sibelius. Enigmático, nos da algunas señales de empatía, es leal, constante y obediente (aunque le pese al final).

Darwin. Qué maravilla. Este libro nos revela a un Charles Darwin más humano, falible, con temores e indecisiones. Un científico que como todos, quiere dar a conocer sus ideas, pero teme a la ceguera de taller y hasta cierto punto se sorprende del lugar que sus palabras encontrarán en la interpretación de los demás. La autora nos acerca a un personaje de quien muchos detalles no nos habían sido revelados. Después de este libro, para mí, éste científico resultó aún más entrañable y admirable de lo que ya había sido en secundaria.

Como la cereza del pastel, dejo a la protagonista al final. Karen Nieto, bióloga, experta en atunes, autista funcional. Esta mujer que es sumamente inteligente, independiente, la antítesis de la dama en crisis que debe ser rescatada. Todo esto, a pesar de que prácticamente toda la novela se encuentra en grave peligro. Rapada, práctica, poco femenina, con una gran capacidad de abstraerse, juzga que la mayor parte de la población se enfoca en asuntos irrelevantes y pierde su tiempo blablableando… Es imposible no quedarse prendado de esta mal interpretada “flautista de los atunes”, que muy calladita, es curiosa y observa la realidad que la rodea sin adornos ni discursos. Ella que en algunos momentos podría ser introvertida, pero cuando es necesario se le quita pues encuentra una gran motivación en el reto. La Doctora Nieto, con la mayor cantidad de variaciones, prueba ser la más apta, la que sobrevive a sus circunstancias.

En un tercer plano, quiero hablar de manera general, sobre lo que significó para mí esta obra. Éste es un texto que “nos mueve el tapete”. Mientras respeta lo descrito por Darwin en su libro “El origen de las especies”, entre otros, Sabina Berman entrelaza a manera de thriller varias historias. Si bien parte de éstas son ficticias, revelan de manera honesta y franca, problemáticas actuales y tocan estigmas que aún nos duelen como lo son la lucha eterna entre oriente y occidente, el poder del discurso religioso, la falsedad de las palabras, con sus discursos e historias construidas a lo largo de tantos años.

En pequeños capítulos y en un lenguaje accesible, la autora, a través de Karen, nos invita a reflexionar, a sorprendernos, a cuestionarnos, a  emocionarnos y a querer saber más. Ciertamente, lo anterior queda al gusto del lector, No obstante, considero que uno de los aspectos más atinados de la obra es que ésta nos compromete a leer más: sobre Darwin, sobre ciencia, sobre la Santa Alianza, sobre filosofía y teología, entre otros.

Finalizaré por confesarles que, a diferencia de muchos, cuando a mí me gusta un libro, me tardo más en leerlo, pues me gusta saborearlo, relacionarlo con otros textos y “chiquiteármelo” al final.  Esto me ocurrió con “El dios de Darwin” en el que me cansé de subir y bajar las escaleras en repetidas ocasiones con el fin de encontrar textos relacionados en los libreros. Regresé, lo confieso, a ese libro de biología que les platicaba al principio, pero también a buscar el “Viaje del Beagle”, y una publicación de Huxley sobre la cultura y la ciencia que pertenecían a mi abuelo  (ambas dentro de una colección de “The Harvard Classics” de 1937, de la editorial P.F. Collier & Son Corporation). Considero que, en el marco de un programa de pasión por la lectura y de una feria del libro, no hay nada mejor que presentar esto: un libro que invita a leer otros libros.

Por último, invito a nuestro auditorio a que lea esta obra. Personalmente sé que estaré deseosa de saber más de Karen, de otras publicaciones y de más descubrimientos pues, como lo dicta el último enunciado de las leyes positivas de Darwin: “Así como la Tierra continuará rodando, así como las formas naturales continuarán variando, así el relato humano igual seguirá ajustándose y explayándose, y de cualquier forma, nunca será perfecto y nunca abarcará la vida entera”.
Gracias.


Ana Lissette Segovia Philip (Presentado en el marco de la 2ª Feria del Libro del ITESM Puebla, el 10 de octubre de 2014)