miércoles, 26 de septiembre de 2012

Descubrimientos, conexiones y preguntas personales…


Las conexiones que hice ahora las apliqué al ámbito familiar. Sobre todo el aspecto de la comunicación y de la culpa.
 
Si pensamos en la familia como una organización, lo más sano sería definir roles, pero ¿qué pasa cuando estos roles son ligeramente ambiguos? En el caso que me atañe, tanto mi esposo como yo trabajamos y adicional a esto: ¡trabajamos en la misma organización! Esto ha sido un poco difícil de manejar porque incluso nos encontramos en la misma área, conocemos nuestras funciones, aciertos y problemas cotidianos (obviamente sin información privilegiada o confidencial). Ahora bien, al estar inmersos en los dos ámbitos ¿qué tanto influye cómo nos comportamos en uno y otro lugar? ¿qué reglas llevamos de la casa a la organización? La primera que se me ocurre es la comunicación. Obviamente no me refiero a que en el trabajo trate a mi esposo de “mi vidita” o algo por el estilo, sino al hecho de que entendamos rápidamente lo que el otro quiera decir o a la franqueza con que nos podemos hablar. ¿Qué tan bueno o positivo es lo anterior? ¿cómo es percibido por los demás? ¿qué se puede hacer para que no obstaculice nuestra labor ni relación con los otros colaboradores?

La segunda cuestión es la referente a la culpabilidad. Imagínense… ¿qué pasa cuando pones como prioridad a la familia? ¿es normal sentirse culpable en el trabajo? ¿a la inversa? Súmenle que si la regamos en el trabajo a los dos nos afecta y en la familia a los tres (incluido mi hijo)… Es muy complicado que en estas circunstancias no se vaya creando una cultura de “culpar” a alguien, sobre todo a sí mismo, pero todos coincidimos en que no es lo sano, por lo tanto ¿qué se puede hacer al respecto?

Schein y el equilibrio vida personal y vida profesional


Más que dar respuestas ahora aquí me gustaría hacer preguntas:

Si el entorno está cambiando de manera que cada vez de facilitarnos más la vida, nos la complica ¿la cultura que desarrollamos dentro de la organización deberá obedecer la demanda del exterior? ¿qué se podría hacer al respecto? Por ejemplo: si el consumidor cada vez es más exigente y solicita que haya establecimientos que trabajen siete días a la semana, veinticuatro horas ¿debemos satisfacer esa expectativa a pesar de que se pierda ese equilibrio del que vengo hablando?

La cuestión de los indicadores o la medida del éxito: ¿en qué medida deberá basar su éxito una organización, en la rentabilidad, en la satisfacción y fidelidad de sus clientes o en el desarrollo integral de sus colaboradores? ¿qué pasa si unos indicadores obstaculizan a los demás?

La cultura de la culpabilidad. Si fomentamos la misma ¿será posible que la persona guarde un menor equilibrio de sus vidas profesional y personal? ¿influirá el hecho de que sientan todo el peso sobre sus hombros y exista poca colaboración para que no guarden un estilo de vida sano?

Los niveles de cultura en Liz


Voy a ligar esta parte al tema de equilibrio en la vida profesional y vida personal también (seguro no les sorprende ¿verdad?). Para describir mis niveles de cultura opté por preguntar a otras personas qué observaban en mí, sobre todo en lo que a artefactos se refiere pues tenía interés en saber qué era lo que yo estaba reflejando. Yo procuro ser una persona que equilibra ambos aspectos y predico que es necesario (lo cual sería como los valores con los que comulgo). Estos valores se traducirían en: “es necesario dedicarle su justo tiempo a todo”, “no se debe olvidar a la familia”, “la familia no debe recibir las miserias de mi tiempo” o “primero debo tener salud yo para poder trabajar bien”.
 
 
 

No obstante, al preguntarle a las personas qué era lo que observaban en mí las respuestas fueron sorprendentes (…y no en el buen sentido):

“Siempre tienes tiempo de escuchar a los demás, pero la “neta” no sé cómo le haces para manejar todo” (este comentario obviamente fue el más benévolo).

Otros, más directos fueron:

“Siempre andas corriendo”

“Como que te pasas todo el día en el trabajo ¿no?”

“Siempre estás postergando tus citas con el doctor… llevas mucho con esa tos ¿no?”

“Y ¿a qué hora ves a tu bebé? Ya ha de estar bien grande ¿verdad? ¿te ayuda mucho tu esposo verdad?”

“Te gusta meterte en saco de once varas”.

Lo anterior me llevó a analizar mis supuestos y preguntarles también a las otras personas que me conocen desde hace tiempo ¿cuáles creían que eran mis supuestos? Tanto ellos como yo reconocimos que a pesar de estar consciente de la necesidad de mantener un equilibrio, como seres humanos somos ambiciosos y queremos ser “superwoman o superman”. Mi historia influye mucho pues mi familia siempre me ha inculcado la importancia de trabajar, hasta el punto de decir “tu bisabuelo trabajó hasta el último día de su vida”, “mira todo el éxito que tiene tu familiar, es el mejor en lo que hace”, “debes ser responsable y no depender de nadie”. Por otro lado, como les platicaba anteriormente, fui criada prácticamente por mi madre sola, por lo que esta idea de “hacer todo por tu cuenta y con la menor ayuda posible” ha marcado mi comportamiento. También la demanda de la sociedad tiene que ver pues hoy en día todos los medios nos hacen creer que se puede ser 1) una mujer no sólo saludable sino guapa, glamorosa;  2) una profesionista exitosa que de preferencia tenga un puesto directivo y gane muchísimo dinero; 3) una hija amorosa y responsable con sus padres; 4) una esposa cariñosa, buena cocinera, que tenga la casa albeando; 5) una madre al estilo “Sara García”, abnegada, dispuesta a regañar, consentir, que tenga buen humor y sea creativa; 6) una persona sociable, amistosa, de buen carácter y por supuesto, el referente básico, una persona que sea ética, ciudadana, comprometida con el medio ambiente, que recicle, que esté enterada de todo lo que ocurre a su alrededor, entre otros… todo esto deberá cumplirse TODOS LOS DÍAS Y A TODA HORA. Nada más por el breve listado se darán cuenta de que esto  me abruma y como me enseñaron que “hay que cumplir” pues esto ha influido en gran medida en mi cultura personal.
 
 

Mi posición en cada una de las dimensiones


Estoy totalmente de acuerdo con Schein y creo de igual importancia las dos dimensiones: 1) sobrevivir en una adaptación al medio ambiente externo a la organización y 2) la integración de los procesos internos para asegurar la capacidad de continuar sobreviviendo y adaptándose. Posiblemente considero que la segunda precede a la primera pues creo que para adaptarse a un entorno cambiante primero hay que generar estabilidad y armonía al interior de la organización. Considero muy importante resolver los problemas de integración a nivel interno primero para saber cómo trabajaremos y cómo resolveremos las necesidades que se presenten al exterior. Aspectos de comunicación, de lo que se debe o no hacer y generar confianza son fundamentales para empezar a trabajar.

Claro que, en ocasiones, ocurre que no sabemos con lo que estamos trabajando o con quiénes estamos trabajando. Es decir, de qué son capaces y qué historia traen nuestros colaboradores, por ejemplo. Schein dice que en tiempos turbulentos es probable que nos demos cuenta de cómo funciona realmente una organización, de sus supuestos y cultura. Estoy totalmente de acuerdo y la pregunta que me surge entonces es ¿en qué medida eventos que ocurran al exterior de la organización nos ayudan a descubrir o modificar lo que pasa al interior de la organización? Creo que un desconocimiento de la organización al interior puede desestabilizar nuestra capacidad de respuesta ante necesidades del entorno.

Igualmente me llamó la atención el ejemplo del que habla sobre las instituciones educativas y sus funciones explícitas o implícitas. A través del conocimiento de las mismas se afianza la identidad que se tiene de la organización. Particularmente, al trabajar yo en una universidad me llamó la atención el que mencionara que en ocasiones los profesores como función implícita tenemos el trabajar “in loco parentis” pues es posible que existan ciertas expectativas al respecto. Debo decir que, a pesar de que creo que esto no debería ser, reconozco que es muy cierto y difícil de cumplir pues conlleva una gran responsabilidad. También creo que en la medida en que conozcamos estas expectativas o funciones explícitas e implícitas podremos sobrevivir en un entorno tan volátil como el que vivimos.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Empresas DEC y Ciba-Geigy en el equilibrio vida profesional- vida personal

 

Me parece que en esta ocasión corrí con suerte pues, a pesar de que me faltó publicar lo aplicable de las lecturas a mi caso de estudio antes de la clase de ayer, la discusión que generamos me sirvió para reflexionar sobre lo que ahora voy a escribir. Además aprovecho y escribo en el que, desde ahora, será mi caso de estudio que irá en el sentido de cómo encontrar un adecuado equilibrio entre la vida profesional y la vida personal/familiar (gracias George por autorizarlo J ).

 

Pues bien, resulta que en nuestra conversación en clase a favor y en contra de las prácticas de estas dos empresas fue que empecé a entender al “otro”, es decir, a los que habían elegido a Ciba-Geigy por identificarse más con su cultura. Fue muy chistoso porque desde un principio me auto-califiqué como “soy totalmente DEC” y al empezar a platicar hubo un momento en que entendí aquéllas cosas que eran importantes o valiosas para el otro y no sólo entenderlas sino ver que también llegan a ser importantes para mí. Sobre todo me identifiqué con lo que mencionó Federico pues él comparó las dos maneras de trabajar: en DEC completamente acelerada, múltiples visitas en la oficina, con falta de tiempo para comer tranquilamente… y en Ciba-Geigy, cumpliendo con los objetivos pero posiblemente trabajando de manera menos intensa, más programada, con más tiempo y pequeños “lujos”, lo que él tradujo a una mayor calidad de vida.

 

Debo reconocer que me movió el tapete cuando mencionó estas tres últimas palabras. A ver… si yo soy “totalmente DEC” ¿por qué rayos me interesa tanto encontrar el “equilibrio vida profesional-personal” o viceversa? ¿qué no se supone que ese ritmo de vida, esa intensidad, me gusta? ¿son compatibles los dos paradigmas de trabajo?



 

Esto lo traduje a mi vida laboral. Me ocurre lo siguiente: como dije, mi puerta siempre está abierta, para profesores, estudiantes, antiguos alumnos y el que pasa a visitar… pero esto reduce considerablemente el tiempo que me queda libre para trabajar, reflexionar, acabar antes, hacer ejercicio, entre otros. Incluso, al ser de tiempo completo, ocurre que en muchas ocasiones doy clases al medio día, a las dos o tres de la tarde, y por consecuencia me quedo a comer en el campus. Esto tiene otras implicaciones, que es el no comer en casa muchas veces, ni ver a mi familia hasta en la tarde, pero además, también significa compartir la cafetería con alumnos, profesores, etc. por lo cual en ocasiones, quienes nos quedamos “continuamos trabajando” pues no falta quien se acerca para una asesoría o para comentarte de algún proyecto, etc. La verdad es que no me molesta mucho en realidad, pero sí es verdad que todos necesitamos un “break” y hay ocasiones en que esto se interpone en el camino a ese equilibrio del que vengo hablando. Por otro lado, también debo reconocer que cada vez que veo que un alumno tiene la confianza suficiente para sentarse a platicar conmigo a la hora de la comida, invitarme a su mesa o viene un exalumno a visitarme o a pedirme algún consejo, siento una satisfacción y alegrías enormes y reconozco que me daría tristeza si no “me tomaran en cuenta” (citando también a Federico).

 

En pocas palabras y como pueden ver… me encuentro entre la espada y la pared. A pesar de que le sigo apostando a la cultura de apertura, servicio y austeridad de DEC es posible que en el fondo y en algunas ocasiones también anhele el apapacho de cariño que da Ciba-Geigy a la parte ejecutiva de sus empleados (¡qué convenenciera ¿no?!)

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sobre nuestras lecturas…

Definitivamente me siento más cómoda con la descripción cultural de la empresa DEC. Hubo varias cosas que me gustaron como el hecho de tener un ambiente más de trabajo e informal, el hecho de que uno se pueda sentirse cómodo para trabajar, etc. Algo que me parece importantísimo es el hecho de que se puedan cuestionar las decisiones, de que haya consenso y trabajo en equipo pues considero que ayuda a tener un mayor enfoque al cliente interno.

Lo único que no me gustó fue el que no se le pudiera preguntar al jefe sobre lo que se espera de uno en su trabajo pues me generaría ansiedad e incertidumbre tener que “adivinar” al principio y posiblemente esa arrogancia ingenieril de la cual Schein platica. No obstante, por su honestidad, flexibilidad, confianza, etc. me parece que sería un ambiente mucho más propicio para que yo me desarrollara.

Adicional a esto, la cuestión de las jerarquías y los espacios me pareció fundamental. Les platico que mi oficina tiene puerta de madera, a diferencia de varias de compañeros  que la tienen de cristal, y muchas personas han declarado que me la envidian. Sin embargo, casi siempre la tengo abierta, las únicas veces que la he cerrado han sido porque había personas remodelando las oficinas de junto y el ruido de plano no me ayudaba a concentrar o porque olía demasiado a pintura y solvente.

Aún así, debo reconocer algo… aprecio los espacios grandes, lo cual podría chocar con la cultura DEC  si todas las oficinas en que ubicaran a su personal fueran relativamente pequeñas. De esto me siento segura pues en primera instancia tenía yo una oficina mucho más pequeña y con puerta de cristal pero, al cambiarse un profesor a otro edificio me propusieron tener la oficina que ahora tengo y no lo pensé dos veces: es casi del doble del tamaño de la mía y con luz natural lo cual me importa mucho (o sea que democrática y desinteresada al 100% no soy para ser honesta).  Esta oficina es como mi Duvalín, no la cambio por nada (bueno, si fuera necesario lo haría), pero la he hecho mi espacio con decoración, libros y hasta una planta.

Lo de las luces (semáforo) en Ciba-Geigy me parece excesivo… poco sostenible, un gasto innecesario de luz. Me parece que la mayoría de las personas entiende con una puerta abierta o cerrada, o si hay personas adentro se entiende que la persona está ocupada. De no entender estos aspectos, me parece totalmente adecuado el solicitarle a la persona que espere un momento o darle cita a otra hora en caso de no haberla programado con anterioridad.

Otro punto a favor de DEC es la practicidad y austeridad. El hecho de que hubiera café y comida para todos en igual medida, sin preferencias, es importante. El que no hubiera comedores o espacios preferenciales sino que se fomentara cercanía entre todos los miembros, directivos, operativos, me parece fundamental para estar en sincronía. Además de que en general creo que voto más por la austeridad y practicidad, sin llegar a ser miserables ¡por supuesto!

Respecto a los títulos, honestamente me da igual, si noto que a alguien le es importante que le llamen por su título lo uso pero yo prefiero que me llamen por mi nombre de pila.

Finalmente, sobre la lectura de las tres culturas hubo varias cosas con las que no coincidí al 100% pero una en particular tocó una “llaga” que siempre me ha dolido y ésta idea se encuentra plasmada tanto en la cultura ingenieril como en la ejecutiva. Me refiero al supuesto de que los problemas los traen las personas… Con temor a equivocarme, me parece que fue Henry Ford el que alguna vez dijo “el problema del trabajo es que viene con su dueño”. Cuando leí esta frase me enojé mucho pues considero que lo más valioso del trabajo lo aporta precisamente su dueño pues es quien le da el valor agregado. Me parece que las personas no son un recurso y sí son un fin en sí mismas, todo lo contrario a lo sostenido por estas culturas y plasmado en muchas de las estructuras, políticas, estrategias, etc. que mantienen las organizaciones.
 
P.D. Perdón por lo rollera... trabajaré en ello :S
 
 

domingo, 16 de septiembre de 2012

De colaboración y competencia… (equilibrio personal-laboral)


Revisando alguno de los trabajos para otra materia en la que nos solicitaron hablar sobre las tendencias laborales encontré unos artículos muy interesantes. Uno de ellos, el que más capturó mi atención está muy relacionado con algo que comentábamos la semana pasada: el equilibrio entre la vida profesional/laboral y la vida personal/familiar. Publicada en julio de este año, la nota comentaba el caso de Anne-Marie Slaughter quien ahora da clases en Princeton y dos años antes había sido nombrada Directora de Planificación de Políticas en el Departamento de Estado. Esta mujer, quien es sumamente reconocida en su campo, decidió renunciar debido a que “hacía más falta en su casa que en la Casa Blanca”. Esta nota, fue tomada de una publicación que ella misma hizo para la revista  “The Atlantic” (julio-agosto 2012) cuyo título  es “Por qué las mujeres aún no pueden tenerlo todo”.

¿Qué título tan fuerte no? Pero me atrevo a decir que coincido en gran parte con ella pues a mi parecer la estructura de trabajo que hemos creado y sostenido hasta el momento no nos ayuda a mantener un balance entre nuestros deberes y necesidades personales así como nuestros deseos de desarrollo profesional. A esto me gustaría llamarlo una “falta de colaboración del sistema económico-laboral”.




La señora Slaughter, hace especial énfasis en las mujeres, y sí creo que por el rol que tradicionalmente tenemos es todavía más difícil; sin embargo, me atrevería a decir que esto afecta también a los hombres y en general a la sociedad. No es ningún secreto el hecho de que nuestras familias y sociedades se están transformando, no sólo los hombres trabajan y la pareja tradicional ahora no es la misma de antes. He encontrado muchas parejas cuyos hijos los cuida el papá porque el salario de mamá es mejor o más estable, o los abuelos, sólo por poner algunos ejemplos. Esto quiere decir que, pese a la falta de colaboración del sistema, o compatibilidad, poco a poco encontramos algunas soluciones para lidiar con esta falta de flexibilidad de las escuelas a las que van nuestros hijos, instituciones para las que trabajamos y organizaciones que prestan servicios que necesitamos día con día. Lo que me concierne es el hecho de qué tanto tiempo serán suficientes estas soluciones, ¿no deberíamos buscar cambios de fondo? ¿una mayor flexibilidad en el trabajo? ¿en las escuelas de nuestros hijos?

Algunos dirán ¿pero qué tiene que ver esto con los aspectos de colaboración vs competencia en el lugar de trabajo? La manera en que se me ocurrió (posiblemente esté errando ;) jeje) es pensando en la razón de ser de las organizaciones. Si nos vamos a la prehistoria, el ser humano se empieza a “asociar” con otros para protegerse y alcanzar sus objetivos más rápida y fácilmente. Así es como yo percibo el nacimiento de las organizaciones, como una estructura de trabajo colaborativo que nos ayuda a realizar nuestros fines… No me quiero extender demasiado, pero supongo que la pregunta que quedaría al aire sería la siguiente, si las organizaciones nacieron para “hacernos la vida más fácil y ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos”, ¿qué está pasando? ¿no deberíamos “repensar” la manera en que trabajamos?

Descubrimientos, conexiones y preguntas personales… (el caso de las bodas)


Por el momento se me vino a la mente una… ¿por qué para algunas personas es tan importante seguir los convencionalismos sociales y para otras no? ¿qué es lo que ocasiona este deseo de “cambiar”? La razón por la que me la planteo es porque justamente una amiga se va a casar (siendo las bodas un evento que veo casi como “rey de los convencionalismos”). Alrededor de este tema me salen muchas interrogantes pues socialmente observo que hay algunos imperativos, familiarmente otros y personalmente una variación de los anteriores.

Debo reconocer que yo seguí muchos de estos convencionalismos al casarme y el tomar esta materia me hizo reflexionar y regresar sobre mis pasos para procurar entenderme más. Por ejemplo, César y yo nos casamos por el civil y el religioso; sin embargo, y a pesar de ser abogada, la fecha que tiene más importancia es la de la boda religiosa ¿por qué? ¿qué no es el mismo compromiso? Otra, ¿por qué entrar acompañada de mi papá y no de mi mamá? (Debo decir que, aunque la relación con mi padre es muy buena, quien ha estado conmigo toda mi vida es mi madre.) Éstas son las que me hicieron más ruido al “observarme” y cuestionarme. No obstante, también veo que otras familias gastan enormes cantidades de dinero y le dan suma importancia a que los invitados aprecien el evento, se sientan a gusto, y la perciban como “la mejor boda del año”. ¿Qué supuestos hay detrás de esto? ¿Qué pasa cuando éstos no están presentes en la mente de los novios y del resto de los invitados sí o viceversa?

martes, 11 de septiembre de 2012

Descubrimientos, preguntas y reflexiones…



Particularmente, esta semana me ha agobiado mucho el mantener el equilibrio entre los pendientes de la casa y los del trabajo. Desde una lógica estricta, por supuesto que me gustaría generar un ambiente de colaboración tanto en el hogar como en el lugar que trabajo, pero ¿qué pasa cuando se deben “apagar incendios” del hogar desde el trabajo o viceversa.
¿Qué pasa cuando se ven invadidos cualquiera de estos ámbitos porque finalmente las responsabilidades recaen sobre la misma persona? Me gustaría que, además de otros aprendizajes, al final de este semestre encontrara una manera de ser más colaborativa en mi área de trabajo sin que me impacten tanto los problemas en casa y también el comprender cómo puedo generar un mejor clima de colaboración con mis colegas entendiendo sus situaciones personales y profesionales.


Culturas de colaboración vs culturas de conflicto (competencia)


Como se puede notar, me estoy inclinando hacia el caso de estudio de las culturas de colaboración vs las culturas de competencia o conflicto. Me llama mucho la atención este tema pues me parece curioso que siendo todos favorecedores del buen clima organizacional, de la cooperación internacional, de la paz y armonía, muchas veces no hagamos lo necesario para fomentarlos. Incluso en el hogar, pareciera que “comimos gallo”, andamos ansiosos y buscando problemas donde no existen.

No entiendo bien a qué se deba, si incluso influyen factores biológicos, pero lo cierto es que creo que en la medida que tengamos control sobre lo anterior podremos alcanzar nuestros objetivos de manera más rápida y sin tanto desgaste. Por supuesto que en el área de trabajo tenemos días buenos y días malos, días en que somos solidarios y días en los que ni nosotros nos aguantamos.

Pero ¿qué podemos hacer al respecto para que a largo plazo no nos afecte? Hay quienes dicen que es necesario “dejar lo de casa en casa y lo del trabajo en el trabajo”, pero, ¿es posible hacer esta separación? ¿podemos ser unos en el trabajo y otros al llegar con la familia sin que nos afecten los problemas de un ámbito en el otro? ¿qué opinan?

Las propuestas de mejora y retroalimentación desde la perspectiva de los tres niveles de cultura…


¡Qué difícil es alcanzar la unidad entre lo que creemos ser, lo que queremos ser y lo que somos en ciertas circunstancias!
Esto fue lo primero que me vino a la mente cuando leí el segundo capítulo de Edgar Schein sobre los distintos niveles de cultura que podemos percibir en una organización. Pensando en la institución de la cual formo parte pude identificar varios artefactos que favorecen el intercambio de ideas para mejorar las distintas áreas, esto va desde el buzón de sugerencias (la famosa cajita que se encuentra fuera de las oficinas) hasta múltiples programas informáticos en los cuales se evalúa la calidad, servicios, etc. Definitivamente, desde esta aproximación, el mensaje sería el de “bienvenidas todas las opiniones y propuestas de mejora, el chiste es participar”.
De igual manera, los valores que se manifiestan en nuestros códigos de conducta son los de mejora continua, innovación, trabajo en equipos multidisciplinarios, etc.  Evidentemente es una idea ambiciosa el todos trabajar en armonía y tomar la retroalimentación de manera abierta.
No obstante, existen supuestos subyacentes, los cuales no son perceptibles a primera instancia, sobre el cómo hacer este tipo de propuestas, especialmente si se trata de un trabajador a otro trabajador o sobre algunos “temas espinosos”.
 
 
 
Hoy en día se está trabajando al respecto, pues se ha comentado en reuniones de la posibilidad de hacer propuestas de mejora incluso si no es en nuestra área o departamento, pero también se sabe que es hasta cierto punto natural el sentirse a la defensiva si se critica nuestro trabajo. Es muy difícil que sea aceptado sin generar cierta ansiedad el que se realice una crítica abierta de un colaborador a otro sin haberlo prevenido antes o el tener que “brincarse” algún nivel en el organigrama para tratar de un área de oportunidad, pues independientemente de que esto se “debió resolver” de manera más directa, se toma como si se estuviera acusando de incompetente a la persona a la que se omitió en el proceso cuando esto no es necesariamente cierto pues se puede deber a distintas circunstancias, por ejemplo, el hecho de que la persona que representa el nivel inmediato no tenga las facultades de resolverlo o el que no se encuentre en ese momento.

Me imagino también, que muchos de estos supuestos se manifiestan no sólo en esta organización sino  a nivel macro, pues tememos mucho el ser juzgados, criticados o rechazados, especialmente en nuestro trabajo. Por lo anterior me surgen las siguientes preguntas: ¿qué supuesto es el que nos hace temer la retroalimentación por parte de nuestros colegas? Y ¿cómo podríamos crear un ambiente de mayor confianza para no temer la retroalimentación?

martes, 4 de septiembre de 2012

Sobre el caso de Ciba-Geigy…



En su libro sobre cultura y liderazgo organizacional, Edgar Schein describe su experiencia como consultor de dicha empresa y uno de los aspectos que resalta en el primer capítulo es la “territorialidad” que tienen algunas personas en lo que a su trabajo y área se refiere. Es decir, les resulta muy difícil aceptar crítica de alguien más, especialmente si no lo consideran como lo suficientemente experimentado o simplemente no es titular de “su área”. Lo anterior, creo, es muy común y lo he enfrentado así como he visto que algunos de mis alumnos lo enfrentan pues en las primeras experiencias laborales suele suceder que uno llega muy “fresco” a la organización, con muchas ideas, propuestas y además queriendo lucirse. Particularmente, sufrí los embates de estos supuestos cuando en una junta se me ocurrió realizar un comentario respecto a cómo mejorar la percepción de calidad de algunas de las personas a las que prestábamos un servicio. El titular de esa tarea no tomó a nada bien mi comentario pues pensó que, aparte de imprudente, yo no sabía de qué estaba hablando.
 
 
 

En algo estaba en lo cierto, imprudente sí fui, pues no conocía las reglas tácitas de comportamiento de la organización. Los supuestos de que si uno tenía alguna crítica que hacer o comentario que realizar lo tendría que hacer antes en privado con la persona que fuera a estar involucrada en vez de “ventanearla” enfrente de los demás. Esto empañó definitivamente mi imagen en la organización por una temporada, pues a pesar de que la propuesta realizada se implementó con éxito (pues sí sabía de lo que estaba hablando, ya que en alguna ocasión yo misma había sido usuaria), el momento elegido y la manera en que “pisé” ese terreno no fueron los idóneos.

Asimismo, he visto a mis alumnos, cuando se van a prácticas profesionales, frustrarse con personas cuyo supuesto es similar. Los llegan a calificar de “metiches” “arrogantes” “habladores” cuando en realidad en la universidad constantemente les lavamos el cerebro diciéndoles que propongan, que promuevan la mejora continua, que no sean apáticos y ellos (al igual que yo, cuando comencé a trabajar) lo que desean es “quedar bien”, todo lo contrario al efecto que en ocasiones producen. Desafortunada y muchas veces injusta, esta situación es hoy en día una razón más para entender la cultura que se desarrolla en muchas organizaciones.

Leyendo...


(Me pareció que venía al caso con la lectura, el tema de los supuestos, etc...)

Reflexiones sobre los supuestos que he tenido que cambiar a lo largo de mi vida profesional (o mis supuestos vs los supuestos de los demás respecto al ámbito laboral)




Antes de iniciar esta primera intervención en el blog, debo comentar que prácticamente toda mi vida me he encontrado en el ambiente estudiantil de una o de otra manera. A pesar de no ser pedagoga, mi experiencia no se limita al haber pasado la mayor parte de mis años estudiando sino a haber visto a mi madre desempeñarse como profesora prácticamente toda su vida tanto a nivel secundaria, preparatoria, etc. Aunado a esto, yo me dedico a la docencia a nivel profesional, por lo cual creo que podríamos decir que ya “traigo una escuela” o ciertos “supuestos” respecto al tema de la educación. Igualmente, muchos de mi familia, en algún momento de su vida, se han dedicado a la enseñanza, esto independientemente de su profesión (pues incluso mi madre estudió química industrial y yo tengo la abogacía como formación profesional).

Hoy en día disfruto mucho de mi profesión, de convivir mucho con mis alumnos y del intercambio de ideas que se genera en el ambiente universitario pero debo reconocer que en un principio no deseaba dedicarme a este noble oficio pues me parecía muy desgastante en comparación con el reconocimiento que se le da a esta ocupación. Ésta era una discusión que en casa sosteníamos mi madre y yo, en la cual yo le preguntaba ¿por qué le gustaba tanto dar clases? ¿por qué a pesar de haber estudiado química siempre se había dedicado a ello? ¿qué le aportaba a ella? Obviamente, en esa etapa de mi vida (adolescencia), uno de los supuestos que marcaban la toma de decisiones eran los de escoger un trabajo que me aportara mucho “reconocimiento” “fama” “beneficio económico” y sobre todo el que la elección de una profesión debía contemplar dedicarse única y exclusivamente a trabajar en el ámbito de aplicación de la misma (…y no el de la “enseñanza” de la misma). Hasta ese momento yo no “entendía” los supuestos que marcaban el comportamiento de mi madre por estar tan enfrascada en los míos.

Mucho tiempo después, cuando terminé la licenciatura en derecho, se me presentó la oportunidad de hacer estudios en el extranjero, no en abogacía por cierto (razón por la cual muchos de mis colegas en esta rama me ven como desertora), sino en administración. Incluso, dudé mucho pues, a pesar de aplicar a alrededor de diez becas para maestría en leyes, me la otorgaron para un programa en el área de negocios y estrategia. No obstante, y gracias a las recomendaciones de un buen amigo, acepté romper este paradigma y aprender una nueva disciplina que hasta ahora me ha traído muchas fortunas. Ahí aprendí a comunicarme y trabajar de manera multidisciplinaria, entender lo que los ingenieros, químicos, financieros, “ven” y “piensan”. Realizar el mismo trabajo entre todos y ponernos de acuerdo a pesar de que unos lo “veían” como una tabla de Excel, otros como un diagrama de flujo y otros como un ensayo de más de doscientas palabras. Esta última experiencia en particular todos tuvimos que confrontar nuestros “supuestos” con los de los demás pues no sólo había distintas profesiones sino que la mayoría éramos de distintas nacionalidades: mexicanos, colombianos, hondureños, peruanos, españoles, etc.  

Fue hasta que regresé de esta experiencia que me dieron la oportunidad de dar unas consultorías y capacitaciones de manera más formal. Esta experiencia fue muy gratificante aunque todavía no me convencía del todo a dedicarme de lleno a la educación.  Posteriormente trabajé en el ámbito legal y descubrí que incluso en esta rama, la enseñanza y formación continua juegan un papel trascendental para que las organizaciones funcionen como deben de ser, para que los abogados se capaciten más e incluso para que adquieran ciertas competencias y las sepan transmitir a sus equipos respectivos.

Finalmente, pude entrar a trabajar en la organización en la cual me desempeño desde hace cuatro años, teniendo primero alumnos de derecho. Aquí, tanto ellos como yo tuvimos que comparar nuestros supuestos. Yo ya no entendía cómo me podían ver como “bicho raro” pues independientemente de que mi vida profesional no hubiera sido enfocada del todo a lo legal mi carrera era la de derecho. Ellos, por su parte, no entendían cuál era la utilidad de no haber profundizado más en alguna rama del derecho en lugar de estudiar administración. Me hacían preguntas como ¿por qué ya no te gustó el derecho miss? ¿pero piensas sacar otra maestría en derecho ya de a “de veras”?  Finalmente, me parece que a algunos sí les pude transmitir la utilidad de las ramas administrativas en cualquier organización, incluso las de la rama jurídico-legal.

Esta no fue la única confrontación de supuestos, sino el finalmente aceptar que independientemente de la formación disciplinar que tuviera, me podría dedicar a la enseñanza. En esta parte creo fue donde más salió a flote mi historia, formación de casa, etc. Me he ido descubriendo en un estilo, si bien no idéntico, muy parecido al de mi madre. Repitiendo patrones e intentando imitar lo que considero fueron sus aciertos en la profesión. Por supuesto, mi experiencia no alcanza lo que ella llegó a desarrollar, pero sí creo que logró transmitirme de manera voluntaria o involuntaria mucho de su estilo en la planeación de sus clases, el trato a sus alumnos, la relación con sus colegas, etc.

Hoy puedo decir que algunos de mis supuestos permanecen, como el hecho de que tener el orgullo por una profesión y defenderla a capa y espada es algo bueno y necesario, el que en ocasiones hay “tablas y formatos” que no resumen lo que se puede transmitir en una buena argumentación y el que es importante dignificar todas las profesiones y darles el reconocimiento por la trascendencia que tienen en la comunidad. Sin embargo, otros supuestos han cambiado, como el que “sólo los abogados entienden a otros abogados” o el que la docencia no sea una profesión con beneficios tan satisfactorios como el de un ingreso económico alto. Definitivamente, creo que falta en México darle la importancia y reconocimiento a los maestros, pero también creo que muchas veces, esa satisfacción tan grande puede ser recibida con encontrarse a un alumno y te diga “¡tengo que contarte, sí me dieron la chamba!”, con el hecho de que un exalumno regrese a pedirte un consejo e incluso con amistades que dan frutos por toda una vida.